Hay quienes utilizan la web para dar su mejor cara, o por lo menos para intentarlo. Ya se decia cuando se habla de amor y redes sociales: en ellas nos construimos una identidad que no es del todo veraz, pero que no deja de formar parte de lo que somos. Y, nos guste o no, nuestros padres también son elementos de nuestra identidad.
En la mayoría de los casos, o por lo menos en los más afortunados, queremos profundamente a nuestros padres y nada nos impide reconocerlo. Sucede que llevamos una buena relación con ellos y hasta nos jactamos de que nuestra comunicación familiar fluye sin mayores complicaciones. Pero ¿los queremos como contactos en nuestras redes? Habrá quien no tenga problema con ello. De todos modos, este post, por aquello de que vale más prevenir que lamentar, enumera algunas razones por las que no conviene que nuestros padres estén al tanto de nuestra actividad social en línea.
- Una de las posibilidades abiertas, cuando estás conectado vía redes sociales con tus papás, es que éstos comiencen a seguir a tu pareja. En apariencia no se trata de nada grave, pero a la larga puede convertirse en una especie de vida conjunta: es como si virtualmente los tres vivieran en la misma casa. Habrá cosas de tu pareja que estarás dispuesto a tolerar y que seguramente provocarán la desaprobación de tus padres. Mejor evitarse el numerito.
- Los comentarios de tus padres podrían no ser los más apropiados para tus posts y tus fotos. Las mamás sobre todo son expertas en intensidad incómoda. Un caso concreto: bloguera acompaña texto con una foto suya, una foto en que aparece de espaldas, con ropa breve, en un paisaje que anuncia madrugada. La madre comenta al pie del post: “Como no te cubras, mi niña, y sigas desvelándote así, te va a dar gripa o una pulmonía”. El resto de los comentarios de la entrada son bromas al respecto: me lo contaron.
- Tus padres quieren lo mejor para ti: paz mental, conciencia, actitudes reflexivas. ¿Qué tal si son de esos que inundan tu biografía de Facebook con mensajes motivacionales y “lecciones de vida”? Pánico.
- La información que aparece en tus redes sociales, disponible para tus contactos, estará también al alcance de tus padres y, por añadidura, de quienes los siguen. Corres el riesgo de que, en la próxima reunión familiar, tus tíos dediquen la sobremesa a comentar las imprudencias de tu borrachera más reciente (misma que prácticamente presenciaron vía tuits, videos y fotos).
- Un día entras a tu cuenta y te topas con un conjunto de fotos bochornosas de tu niñez, con todo y etiquetas que te señalan como protagonista. Otro día, de repente, tu mamá aprende a usar Instagram y se dedica a retratar tus peores ángulos (esos que suelen matarla de ternura) y te publica en Twitter y Facebook con lujo de filtros y acotaciones.
Y claro, hay padres que brillan por su prudencia, gente contenida e incapaz de efusividades vergonzantes. Pero, por lo general, son los menos. Entonces… Me inclino por aconsejar que la relación con los padres se quede en el plano de la realidad, sin pantallas de por medio. Aunque reconozco que los correos electrónicos no ponen nuestra dignidad en peligro.
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